Un encuentro impulsado por ONGAWA reúne a diversos actores de la cooperación española en la sede de AECID para reflexionar sobre salud e higiene menstrual.
¿Cómo se mide el acceso a la salud y la higiene menstrual? ¿A qué dificultades se enfrentan las mujeres y las niñas durante su menstruación? ¿Cómo se atiende este aspecto en las situaciones de emergencia? ¿Cómo incorporarlo de manera transversal en otros programas sectoriales?
Estos fueron algunos de los temas abordados en el encuentro organizado por ONGAWA bajo el título: Salud e Higiene Menstrual como aceleradoras de la igualdad de género. Un evento que sirvió como colofón a más de un año de charlas, intercambios y debates entre múltiples actores de la cooperación española, en el marco de un proyecto apoyado por la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional.
La necesidad de hacer visible lo invisible
Uno de los aspectos abordados durante el encuentro fue la importancia de hablar y trabajar en torno a la salud e higiene menstrual, pues ha sido una realidad históricamente invisibilizada. Del mismo modo, se recordó que la menstruación va mucho más allá de la gestión menstrual y se trata de una cuestión de salud global, estrechamente relacionada con el bienestar, la igualdad de género, la educación y el empoderamiento de niñas y mujeres. Es, por tanto, una cuestión de derechos humanos.
“Para mí, la regla significa ansiedad mensual”. Es la respuesta de una niña de 14 años de Kenia a un estudio sobre el tema. La vergüenza, el estigma, el miedo o la ansiedad son, en efecto, los conceptos con los que las niñas asocian a menudo la menstruación, tal y como señaló Myriam Lile, de la ONG SED. “El problema es el significado que se da a la menstruación, siempre asociado a algo sucio, negativo, de lo que avergonzarse”, explicaba Rosa Sáenz, del equipo de Ongawa Guatemala y con una amplia experiencia trabajando en zonas rurales. A ello se suman otro sinnúmero de barreras, que van desde las reticencias del profesorado, las familias o incluso los profesionales de la salud, hasta la falta de instalaciones adecuadas o la inexistencia de productos menstruales.
Una realidad que ha estado presente en la sociedad desde siempre y que, sin embargo, sólo hacia el año 2018 comenzó a trabajarse de forma específica en el Programa de Monitoreo Conjunto (JMP, según sus siglas en inglés) de UNICEF y la OMS, que en 2021 publicó por primera vez un capítulo sobre salud menstrual en su informe de avances sobre agua y saneamiento. A partir de esos primeros estudios, se ha trabajado a fondo sobre los indicadores, promoviendo la creación de un panel de especialistas para ampliar, actualizar y afinar las preguntas realizadas. Así, por ejemplo, se pasó de preguntar si disponían de materiales para la gestión menstrual a cuestionar si tenían “materiales suficientes” y se hizo más hincapié sobre el ambiente de apoyo que encuentran (o no) las mujeres a su alrededor y el impacto que la regla tiene en sus vidas: desde su participación en actividades diarias como la elaboración de la comida [determinadas culturas asocian la regla a la impureza, impidiendo a las mujeres tocar los alimentos, acercarse al huerto o cocinar] a otro tipo de actividades sociales como reuniones, viajes, etc.
Un trabajo imprescindible que permite dibujar el mapa general sobre la situación de la salud e higiene menstrual en el mundo, pero que luego es necesario aterrizar en situaciones y contextos específicos. Eso es justo lo que hizo Mª Jesús Quiroga, de Médicos del Mundo, quien presentó las conclusiones de una investigación realizado en diversos contextos de África y América Latina. Un detallado informe del que se pueden extraer algunas conclusiones como la estrecha relación de la menstruación con la salud general (muchas mujeres prefieren automedicarse antes que ir al médico con un problema relacionado son sus reglas) o el hecho de que, en las escuelas, incluso existiendo espacios de privacidad y letrinas adecuadas, etc., muchas jóvenes siguen sin asistir a clases cuando tienen la regla.
En la jornada se abordaron, además, otro buen número de aspectos como la mejor manera de abordar la salud menstrual en situaciones de emergencias, un aspecto al que aún hay que dar mayor prioridad, tal y como señalaba Pablo Alcalde, responsable WASH de Ayuda en Acción. ¿Cómo? Por ejemplo, coordinándose con profesionales locales, con organizaciones de la sociedad civil y enfoque feminista, que ayuden a entender a las poblaciones, especialmente en momentos tan complicados como los de una emergencia.
Desde otro ángulo, Carla Liera, del Instituto de Medioambiente de Estocolmo, abordó el aspecto de los impactos medioambientales de los productos menstruales. Una cuestión que se convierte en un verdadero desafío en países en los que no existe ningún tipo de gestión de recursos sólidos. Además, se preguntaba Liera, ¿cuál es el estándar de calidad de los productos menstruales?; ¿son iguales los que se venden en Africa subsahariana o en Europa?, ¿de qué materiales están hechos? Preguntas sobre las que todavía hay mucho que investigar.
Política exterior feminista
Las respuestas, quizás, vengan de la mano de las aportaciones de una política exterior feminista que permee el accionar de toda la política española, tal y como explicó Ana María Alonso, consejera de Derechos Humanos e Igualdad de género en la Representación Permanente de España ante Naciones Unidas. Un enfoque que se aplica de forma transversal a todo el trabajo de la Cooperación Española, tal y como subrayó Carmen Jover, coordinadora de Programas y Gestión del Conocimiento del Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento, y que conlleva la obligación de “trabajar desde el compromiso, la rendición de cuentas y la necesidad de hacer incidencia sobre el tema: con los países socios, con las organizaciones internacionales, con las contrapartes, etc”. Aún quedan retos por delante, pero la Cooperación Española está ya en el camino, apuntó.